Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo
Imperialismo y migración de trabajadores. El caso de los mexicanos.
La lógica del sistema capitalista mundial, es cruel e inhumana, sobre todo en nuestro tiempo, de un imperialismo exacerbado. Concentra la riqueza en pocas personas y en pocos países, y empobrece despiadadamente a los demás. El imperialismo explota la fuerza de trabajo dentro de sus fronteras y la sobre explota fuera de ellas. Se apodera de los recursos naturales de los países dependientes y les impide desarrollar sus fuerzas productivas. Genera un ejército de reserva de trabajadores desempleados, ahora en el ámbito mundial, que se integra por cientos de millones –miles tal vez-, que ante la imposibilidad de resolver el problema de su sobrevivencia en su país de origen, intentan solucionarlo fuera de ellos, marchando hacia los que concentran el producto del trabajo social mundial. El imperialismo es el padre de la migración de los trabajadores, que es masiva y es mundial. Pero la lógica de sus intereses diabólicos también les niega el derecho de migrar. Los Estados imperialistas niegan las visas a los trabajadores, si acaso llegan a otorgar unas cuantas; más todavía, construyen muros para obstruirles el paso; los persiguen con saña como si fueran criminales. Así hacen las potencias de la Unión Europea con respecto a los migrantes del Medio Oriente y África, y también España respecto a los de América Latina. Así Estados Unidos respecto a los de México y Centro América.
Decenas y centenares de mexicanos en busca de trabajo remunerado para sobrevivir, pierden la vida año con año, muchos al cruzar el inhóspito y enorme desierto que se extiende por Arizona, Sonora y Baja California. Las autoridades yanquis los obligan a caminar por días y días por ese desierto, que es uno de los más grandes y calurosos del mundo, para ir de un país a otro; para eso construyeron el muro, para acosarlos y someterlos a sacrificios extremos; y lo vigilan con sistemas sofisticados, los mismos que usaron en la guerra contra el heroico pueblo de Vietnam. La guardia fronteriza, por su parte, no es raro que asesine a mansalva a los que atrapa y, aunque se denuncie el crimen, como regla general el juicio culmina con un absurdo fallo de “defensa propia”. No es extraño que rancheros de Arizona les disparen a matar, y aleguen “invasión de propiedad privada” pues dicen que la parte del desierto por donde caminaban les pertenece en lo particular. Además, promulgan leyes y reglamentos inhumanos. La señora Napolitano, antigua gobernadora de Arizona y hoy funcionaria del gobierno recién instalado, de Obama, se ha distinguido por su feroz conducta persecutoria contra los trabajadores migrantes. Los atropellos son múltiples e indignantes.
Con Obama no habrá cambios en la esencia.
Ayer, 20 de enero, tomó posesión el primer presidente negro de Estados Unidos. Es un hecho histórico indudablemente, en tanto que eso sucede en un país que ha estado sumido en el racismo, no se le puede minimizar. En el contexto interno de ese país, muchos alientan esperanzas de cambio, y ésta, “cambio” fue la palabra clave de su campaña, que despertó ilusiones en muchos de sus connacionales, en efecto; y habrá cambios, siempre los hay en estos casos, en un sentido o en otro, y más bien en múltiples sentidos de manera simultánea a causa de la interacción de numerosos fenómenos de la realidad. Más todavía, después de un presidente nefasto, como Bush, pareciera que nada podría ser peor. Pero cambios de fondo, no los habrá, en eso no se pueden abrigar ilusiones. No las puede abrigar la clase obrera ni el pueblo de México, tampoco los pueblos de América Latina en general. No hay base para hacerlo. Las relaciones entre Estados Unidos y nuestra región seguirán siendo las que se dan entre una potencia imperialista y los territorios que explota de manera inmisericorde. Hasta en tanto nuestros pueblos, con su lucha, rompan el vínculo de la dependencia neocolonial y conquisten su independencia plena, económica y política.
Por lo que hace al problema concreto de la migración económica, tampoco habrá cambios de esencia, ni ahora, cuando ese gobierno va llegando, ni después. Se trata de un fenómeno vinculado con la esencia del sistema capitalista mundial de nuestros días, y eso desde luego no lo va a cambiar Obama, porque él, su partido, la Presidencia de Estados Unidos, el gabinete por él designado, el Legislativo y todo lo que lo rodeará, forma parte del entramado que el imperialismo ha creado y utiliza para sus fines. Los cambios de fondo exigirían una transformación también de fondo, una transformación revolucionaria, un cambio de clase social en el poder allá, en Estados Unidos, y eso no está ocurriendo, no todavía.
Una política de libre tránsito para los trabajadores mexicanos y centroamericanos hacia Estados Unidos, por tanto, no va a ocurrir, como no va a darse todavía la desaparición universal de fronteras. Sólo será luego de cambios revolucionarios profundos en la realidad mundial.
La crisis, su impacto en la economía de México.
La de México es una economía capitalista subordinada, ésta es su característica principal. Hacia finales del siglo XIX, durante la prolongada dictadura del general Porfirio Díaz, fue cuando los capitales ingleses y estadounidenses llegaron y se adueñaron del petróleo, los ferrocarriles, las minas y prácticamente de todo lo que era rentable. El capitalismo había saturado los mercados internos dentro de esas potencias, y entrado en la fase imperialista. Desde entonces, la historia de México es la de un pueblo en lucha obstinada por emanciparse, enfrentando a fuerzas poderosas, en especial las del imperialismo yanqui y sus servidores internos. Por eso estalló la Revolución Mexicana, esa fue su causa eficiente; y por eso tuvo un carácter antiimperialista profundo.
En el último cuarto de siglo, al calor de la globalización neoliberal, numerosas conquistas de las fuerzas populares fueron revertidas. El capital transnacional reforzó su dominio sobre nuestra economía. De América Latina, México es el país más atado al capitalismo estadounidense, ésta es la segunda característica de nuestra economía actual: toda ella gravita en torno a la de ese país y sus grandes monopolios, es suplementaria de aquélla. Por eso la crisis actual, cuyo epicentro está en Estados Unidos, nos afecta mucho más que a los hermanos del Cono Sur, que tienen vínculos, también de dependencia, con capitales imperialistas de Europa, no sólo los de Estados Unidos; y más, desde luego, porque varios de estos países hermanos ya inician sus pasos hacia la ruptura de amarras respecto del imperialismo todo; así lo hacen Venezuela y Bolivia, y otros más, y se van generando nuevos y útiles instrumentos para esos fines, como el ALBA y como UNASUR, entre otros.
Los pronósticos que se hacen sobre el crecimiento económico para este año, en el caso de México, lo colocan en el último lugar de la región, con un estancamiento total: “cero crecimiento”, según los cálculos optimistas del señor Agustín Carstens, ex funcionario del Fondo Monetario Internacional y actual secretario de Hacienda del gobierno mexicano, pero otros auguran un fuerte decrecimiento, en picada.
La amarga paradoja de las remesas y los migrantes mexicanos.
Las repercusiones negativas de la crisis de superproducción relativa que vive el sistema capitalista mundial, en nuestro caso se darán por varias vías, entre las principales:
a) Comercio exterior, del total de las exportaciones de México, el 90% va al país del norte, y ahora se reducirán notoriamente;
b) Remesas, la subordinación de nuestra economía, exacerbada en los tiempos de la globalización neoliberal, nos hizo privilegiar las inversiones extranjeras en detrimento del mercado interior; así, deliberadamente, los gobiernos “mexicanos” de esta etapa, en vez de procurar la elevación del nivel de vida de los mexicanos en su conjunto, orientaron sus políticas a abatirlo, abaratando la fuerza de trabajo por todos los medios a su alcance. Por ello, millones de mexicanos han migrado huyendo de la miseria, y así, llegamos a ser, de todo el mundo, el tercer país que mayores recursos recibe como remesas enviadas por sus connacionales que trabajan en el extranjero, sólo superado por China e India, sólo que la población actual de China excede los 1,300 millones y la de India, los 1,100 millones, en tanto que la nuestra anda por los 105 millones; como se ve, la desproporción es enorme. Esto constituye una paradoja amarga, pues los salarios de los mexicanos en Estados Unidos son de los más bajos que se pagan allá, y el costo de la vida es alto, así que sólo pueden ahorrar y enviar a sus familias sumas muy pequeñas, con enormes sacrificios. Pero sumando el total del esfuerzo común la cifra llega a ser enorme: hoy en día las remesas de los trabajadores mexicanos en el exterior constituyen el segundo renglón de ingresos del país, sólo superadas por la venta de petróleo y están por encima de las tan anheladas (por los entreguistas) inversiones extrajeras directas y también por encima del turismo. Pero ahora con la crisis, el desempleo creciente que se está dando en Estados Unidos más el encarecimiento del costo de la vida y a las políticas migratorias represivas, reducirán las remesas, quizá de manera significativa, y esto afectará de manera directa a sus familiares acá, que son millones de connacionales, y también afectará la macroeconomía al estrechar el ingreso de divisas;
c) Regreso de emigrantes. Relacionado con lo anterior, compatriotas que habían emigrado, ahora regresan, quizá en alto número, por el desempleo, aunque sólo para volver a la realidad dramática que los obligó a huir, la miseria y el hambre; la carencia de fuentes de trabajo; la inexistencia del mínimo siquiera de condiciones de supervivencia, creado todo esto por la lógica perversa del imperialismo y la dependencia, que los gobernantes de allá y de aquí se han encargado de implementar. Esto tendrá un efecto sobre todo social, pues agudizará las contradicciones internas, que ya de suyo son explosivas.
Calderón, el quinto gobernante de la era de la subordinación total.
Antes de que estallara la globalización neoliberal, que tantos y tan graves daños ha causado a la humanidad entera, en México estábamos trabados en una dura lucha entre los partidarios de la independencia plena, económica y política del país, y los entreguistas, partidarios del imperialismo. Ha sido, de hecho, una lucha histórica. La correlación de fuerzas entre unos y otros no estaba definida de una manera clara todavía. Por eso se daban pasos adelante y atrás.
Pero en el marco de esa globalización, que constituyó un salto atrás en la historia del mundo, en nuestro país el sector de la burguesía proimperialista pasó a ser la clase dominante; no sólo privatizó la gran mayoría de las empresas y ramas de la economía sobre las cuáles descansaba la posibilidad de generar el desarrollo de México con independencia, sino que introdujo profundas reformas al sistema político, adecuándolo a sus intereses; y de manera paradójica, llamó a todo eso “transición a la democracia”.
Calderón es el quinto gobernante que nos impone esa burguesía proimperialista, siempre por métodos fraudulentos: sus antecesores fueron Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox, cada uno peor que el anterior. Nada bueno puede esperar el pueblo de México del actual, como no sean mayores intentos de entregar lo que todavía nos queda, al imperialismo, despojar a los trabajadores de los derechos que aun conserva, ensanchar y profundizar el abismo que separa al puñado de poderosos que amasan fortunas descomunales, respecto a la gran mayoría de los mexicanos.
Por eso, a la pregunta de qué hace Calderón en cuanto a los derechos de los trabajadores mexicanos indocumentados, la respuesta es, nada significativo. El tema le interesa, sí, pero no por razones de nacionalidad ni de justicia, sino sólo por cálculo político; se da cuenta de que la corriente migratoria inversa, de allá para acá, de nuestros connacionales, en efecto, agudizará las contradicciones sociales, ya muy profundas, y generará mayores problemas a eso que ellos llaman “gobernabilidad”. Le preocupa, igual que a sus antecesores y por las mismas motivaciones. Y sí, le trató el tema a Obama, aspirando a que allá se diera alguna reforma migratoria que redujera el impacto del problema social de acá. Se puede afirmar que se trata de una contradicción entre dos servidores del mismo amo, el imperialismo, en busca de una salida que equilibre el problema y preserve los intereses de aquél. No de una contradicción entre intereses nacionales de México –ni siquiera de una burguesía nacional- con respecto del imperialismo. Obama no dio respuesta concreta ni hizo compromiso alguno, porque para él no es un asunto acuciante. Calderón llevó la de perder.
La crisis de la relación imperialismo-dependencia en México, y la crisis de superproducción relativa del sistema capitalista mundial. La salida.
En México, como en general, en América Latina, ya vivíamos en una crisis aguda de orden económico, político y social, generada por el avasallamiento de nuestros países por el imperialismo estadounidense, mucho antes de que se expresara la actual crisis de superproducción relativa del sistema capitalista mundial. Ese avasallamiento que conlleva el saqueo de nuestros recursos naturales y de una porción cada vez mayor del producto del trabajo de nuestros pueblos, ha sido la causa de las movilizaciones en todo el subcontinente, y de los cambios que se han dado ya en algunos de nuestros países, de carácter revolucionario con rumbo a nuestra segunda y definitiva independencia. La crisis que recientemente estalló en el sistema capitalista mundial, tendrá un efecto acumulativo y vendrá a agudizar la otra aun más. Por eso, en el caso de México, siendo un hecho que las condiciones objetivas para la revolución de liberación nacional ya estaban dadas, ahora éstas se expresarán todavía con mayor madurez.
Sin embargo, en México, las condiciones subjetivas no existen todavía. Urge crearlas. Nuestra segunda y definitiva independencia es la única solución positiva del problema. Y nuestra unidad económica y política con nuestros hermanos, los demás pueblos de América Latina y el Caribe, desde luego.
Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.
Enero 20 de 2009
[1] Escribo este artículo a partir de las preguntas que me formulara Carlos Alberto, periodista cubano de Prensa Latina, sobre el drama de los trabajadores mexicanos que migran a Estados Unidos, los más como indocumentados, los atropellos que sufren, sus derechos que son pisoteados, la posición al respecto del gobierno actual de México, la perspectiva sobre este asunto con la llegada de Obama a la Presidencia allá. También sobre la recién estallada crisis del sistema capitalista mundial por cuanto a su impacto en México y su relación con el tema de la migración en particular. No sigo aquí el orden de las preguntas; le doy otra estructura al texto. Agradezco al compañero Carlos Alberto su interés y la oportunidad que me dio de abordar estos asuntos. Y le reconozco su derecho a dar a las respuestas que le envié el tratamiento periodístico que estime conveniente.